Un blog personal sobre el carril bici que une Tres Cantos con Madrid y Colmenar Viejo.

domingo, 13 de enero de 2013

Canicross de Cercedilla con Cosme

Hola, soy Cosme, el perro de Eynar. Voy a aprovechar que Eynar se ha ido un momento a hacer café para escribir aquí (hace casi un mes que espero a pillarlo despistado con la sesión abierta).

Bueno, lo que os quería comentar... el pasado 2 de diciembre parecía un día cualquiera. En esos días (los días cualesquera) un perro como yo normalmente está sobando por la noche hasta que por la mañana sale del dormitorio alguno de los humanos. Entonces me pongo muy contento, porque bajamos Eynar y yo un rato a la calle. Después se marchan todos y antes de salir por la puerta me dejan la comida. Entonces me echo otra siesta, o si oigo algún ruido ladro un poco para ahuyentar a los malos. Luego, cuando regresan, es mucho más divertido: andan de un cuarto para otro, bajamos a la calle, se hace la cena... y dos o tres días a la semana Eynar y yo salimos a hacer canicross conmigo por el Parque Central.

Los días de canicross son muy divertidos. Ahora que es invierno casi siempre se nos echa la noche encima. Eynar se coloca un cinturón, a mí me pone un arnés, y yo voy tirando de él todo lo que puedo. Generalmente vamos muy concentrados.

Pues bien, el 2 de diciembre empezó como un día cualquiera. Salió un humano del cuarto (en esta ocasión fue Eynar), desayunó, preparó las cosas para salir. Y cuál no sería mi sorpresa cuando veo que... me da un poco de comida (menos que la habitual) y me pone el arnés como si fuéramos a hacer canicross por la mañana.

«Pero Eynar, ¡que todavía no ha amanecido!»

¡Por cierto, qué frío que hacía!

Y curiosamente, no vamos a correr. Vamos hasta el cercanías, como cuando bajamos a Madrid a ver al resto de la familia. La sorpresa no acabó allí, efectivamente: no íbamos a Madrid. ¡Era todo muy raro! Estuvimos un rato largo en el tren, bastante más de lo que suele tardar para ir a Madrid (de hecho, hicieron falta dos trenes).

Al salir, llegamos a un sitio que no conocía de nada. Nunca había estado allí. Eynar parecía saber a dónde iba, así que allá que fuimos los dos. Tras un paseo, llegamos a un lugar con un montón de perros como yo. ¡Pero muchos muchos! Muchos más que en el Parque Central un sábado por la tarde. Y estaban bastante contentos, como si fuera a pasar algo muy divertido. Había un par de perrotas muy interesantes, todo hay que decirlo. Me dieron bastante agua. Eynar mientras tanto iba charlando con otros humanos.

Llegado un momento, todos los humanos y todos los perros nos juntamos. Ahí cogí un poquito de miedo, tengo que reconocerlo, porque los demás perros estaban ladrando muy fuerte, muy emocionados. ¡Algo iba a pasar y yo no entendía nada! Los perros sentados entre las piernas de los humanos. Los humanos mirando a sus pulseras. El frío se hacía notar en las narices. El sol de la mañana bañaba las laderas de las montañas. Los perros mirando al frente, y yo mirando a mi rabo, que estaba entre las piernas.

Y entonces todos salimos corriendo. ¡Todos haciendo canicross! ¡Por las calles! ¡A la vez! Fuimos lanzados, tirando de los humanos, que siempre andan rezagados (yo creía que era sólo mi humano, pero parece que los demás humanos son por el estilo, ¡panda lentorros!). Llegado un momento salimos del pueblo y empezamos a subir, montaña para arriba. El asfalto quedaba atrás. Hola tierra. Hola césped. Hola arroyo. Hola nieve... Sí, había mucha nieve. Eynar pareció no sentirse bien, tenía cara como si fuera a vomitar o algo, fue una pena, porque nos adelantaron unas cuantas parejas al grito de «pasooooo».


Foto cortesía de Laurix
(pincha en su nombre para ver más fotos de la carrera)

Luego, tras correr un rato, empezamos a bajar. Eso sí que fue divertido. Bueno, eso creía yo... porque entonces Eynar volvió a quejarse. Parece que por esa fea costumbre de usar sólo dos patas en lugar de cuatro, estaba preocupado de caerse. Muchas excusas: que si con la nieve uno se desliza, que si hay muchas piedras, que si vamos cuesta abajo... bueno, el caso es que con la tontería nos adelantaron algunos más, pero por suerte Eynar ya no tenía cara de vomitar y seguimos corriendo.

Fue todo muy emocionante, y muy rápido. Apenas llevábamos un ratín, y empezamos a entrar otra vez en el pueblo. Entonces llegamos al lugar de partida, y todos los que estábamos corriendo nos paramos. Había muchos bebederos con agua (qué bien) y me dieron una bolsita con pienso para comer. Nunca había visto algo así. He oído por ahí que la próxima carrera a la que vamos es a un sitio que se llama Guadalajara, el próximo 7 de abril.

Uy, os voy a dejar que ya llega Eynar con el café.