Otra señal interesante es que deja de llover tanto (al menos hasta abril), aunque la verdad es que este año me he quedado con la impresión de que el otoño se ha juntado con la primavera. Yo mentalizándome de que me tocaba mojarme... y resulta que nada, ni cuatro gotas han llegado a ser. Está claro que el agua es muy valiosa, y también lo tienen claro quienes desean privatizar el Canal de Isabel II (algo que quizá aún se pueda cambiar aportando un granito de arena este fin de semana que viene).
Pero, publicidades subliminales aparte, centrémonos en el tema de esta entrada de hoy. En esta ocasión me he fijado en una de esas señales de que andamos a finales de febrero (y no me refiero a la factura de la calefacción): las procesionarias, Thaumetopoea pityocampa para los pedantes, y para los más prácticos, esas curiosísimas oruguitas que salen de sus nidos para desplazarse en fila india. Al parecer no se sabe a ciencia cierta por qué van todas juntas así. Yo imagino que será para que los pajarracos se piensen que se trata de un bicho más grande y menos interesante para comer (como una culebra de las que también hay por el carril bici, por ejemplo). Interesante es saber que, según parece, la primera de la fila dará lugar posteriormente a una hembra. Probablemente sea porque en esta especie los machos se desentienden de llevar la responsabilidad de guiar al grupo. No es algo raro eso de que los machos eludamos responsabilidades, por ejemplo en nuestra especie sucede en lo que se refiere a la responsabilidad de cambiar los pañales del niño (y si no fijaros como, en pleno siglo XXI, todavía hay muchos establecimientos que tienen el cambiador exclusivamente en el aseo femenino; mismamente en Tres Cantos conozco un sitio de esos, en el Centro Comercial La Rotonda, en un restaurante que pertenece a una conocida cadena en la que predomina el color rojo...).
Volviendo a las procesionarias, que con tanta cháchara las habíamos dejado un poco de lado, decir que me da mucha pena cuando las veo pisadas y aplastadas. Pasa a menudo en el carril bici durante el amanecer o el atardecer, que es cuando pasan ciclistas y corredores por ahí y las procesionarias andan de procesión.
El otro día me fijé en un grupo que andaba por ahí al atardecer y les lancé esta fotito, que, como siempre, podéis ver ampliada si pincháis encima:
Y como es tarde, voy a concluir esta entrada, no sin pedir disculpas por la brusquedad de la despedida y los desvaríos múltiples.