Un blog personal sobre el carril bici que une Tres Cantos con Madrid y Colmenar Viejo.
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domingo, 12 de mayo de 2013

De excursión en remolque a San Agustín de Guadalix

Esta semana llegó el remolque de bici que compramos por internet. Y no podíamos esperar a ponerlo a prueba, así que aprovechamos un recado que teníamos que hacer (ir a comprar una germinadora para hacer brotes cómodamente, algo que me encanta para las ensaladas) para convertirlo en un divertido día de excursión.

Fuimos de Tres Cantos a San Agustín de Guadalix por el campo. Como el recorrido tiene unos cuantos baches, me llevé a Rucio, y dejé a Pegaso descansando en casa.


Al poco de salir de casa


Cerca de Burrolandia alguien ve vacas en persona, por primera vez


A medio camino


Pasando por el punto geodésico


Ya se ve San Agustín de Guadalix a lo lejos, una bajadita y estamos


La hora de la comida en San Agustín de Guadalix. Cualquier momento es bueno para repasar el abecedario (para quien no lo sepa, se trata de un misterioso código de símbolos, cada uno con un nombre diferente, y que no se sabe muy bien para que se usa, pero es muy divertido identificarlos porque papá y mamá se ponen muy contentos)


De vuelta saludamos a dos caballitos


Ya podemos hacer germinados cómodamente.

¡Qué viaje tan bueno!

Esta fue la ruta aproximada:


Ver en un mapa más grande

martes, 28 de febrero de 2012

Procesionarias tricantinas

Hay señales inequívocas de que se está acabando el invierno y que empieza la primavera. Una de estas señales es el florecimiento de los almendros, del que ya se habló el año pasado.

Otra señal interesante es que deja de llover tanto (al menos hasta abril), aunque la verdad es que este año me he quedado con la impresión de que el otoño se ha juntado con la primavera. Yo mentalizándome de que me tocaba mojarme... y resulta que nada, ni cuatro gotas han llegado a ser. Está claro que el agua es muy valiosa, y también lo tienen claro quienes desean privatizar el Canal de Isabel II (algo que quizá aún se pueda cambiar aportando un granito de arena este fin de semana que viene).

Pero, publicidades subliminales aparte, centrémonos en el tema de esta entrada de hoy. En esta ocasión me he fijado en una de esas señales de que andamos a finales de febrero (y no me refiero a la factura de la calefacción): las procesionarias, Thaumetopoea pityocampa para los pedantes, y para los más prácticos, esas curiosísimas oruguitas que salen de sus nidos para desplazarse en fila india. Al parecer no se sabe a ciencia cierta por qué van todas juntas así. Yo imagino que será para que los pajarracos se piensen que se trata de un bicho más grande y menos interesante para comer (como una culebra de las que también hay por el carril bici, por ejemplo). Interesante es saber que, según parece, la primera de la fila dará lugar posteriormente a una hembra. Probablemente sea porque en esta especie los machos se desentienden de llevar la responsabilidad de guiar al grupo. No es algo raro eso de que los machos eludamos responsabilidades, por ejemplo en nuestra especie sucede en lo que se refiere a la responsabilidad de cambiar los pañales del niño (y si no fijaros como, en pleno siglo XXI, todavía hay muchos establecimientos que tienen el cambiador exclusivamente en el aseo femenino; mismamente en Tres Cantos conozco un sitio de esos, en el Centro Comercial La Rotonda, en un restaurante que pertenece a una conocida cadena en la que predomina el color rojo...).

Volviendo a las procesionarias, que con tanta cháchara las habíamos dejado un poco de lado, decir que me da mucha pena cuando las veo pisadas y aplastadas. Pasa a menudo en el carril bici durante el amanecer o el atardecer, que es cuando pasan ciclistas y corredores por ahí y las procesionarias andan de procesión.

El otro día me fijé en un grupo que andaba por ahí al atardecer y les lancé esta fotito, que, como siempre, podéis ver ampliada si pincháis encima:



Y como es tarde, voy a concluir esta entrada, no sin pedir disculpas por la brusquedad de la despedida y los desvaríos múltiples.

lunes, 13 de diciembre de 2010

Corriendo y pedaleando con Cosme

Hace tiempo que quiero poner una entrada para presentaros al nuevo compañero de piso, Cosme.



Ya le mencioné hace poco (ya que, junto con Lola, está apuntado al reto chocolatero en su versión canina, que consiste en un hueso de cuero), y ya ha aparecido en Jamón verde

Cosme es un hermoso (y travieso) cruce de mastín con pastor alemán que tras quedarse en el paro (tenía contrato indefinido como vigilante de seguridad en un jardín, pero... cosas de la crisis) se ha venido con nosotros el pasado mes de septiembre. Ahora está haciendo unos cursos del INEM para ser perro urbano, y de vez en cuando sale a correr conmigo. Unas veces voy corriendo con él, y otras voy montado en Rucio por el Parque Central.

Ir en bici con un perro es más fácil de lo que pensaba. A Cosme le gusta mucho tirar (aunque tras un cursillo intensivo ya sabe controlarse), y pensaba que sería muy fácil para él desequilibrar la bici. Sin embargo, tras hacer unas pruebas, vi que la bicicleta en marcha tiene suficiente estabilidad como para aguantar sus tirones (aunque si apareciera un gato igual la cosa cambiaba) atando su correa al trasportín de la bici.

Correr se hace ya más complicado si uno no tiene el equipo adecuado. Más que nada por las leyes fundamentales de la física: ni mi centro de gravedad está en mi mano (que es lo que sujeta la correa), ni el centro de gravedad de él está en el cuello, que es donde tiene el collar. Pero recientemente he descubierto el canicross, un nuevo (nuevo para mí, quiero decir) deporte en que humanos y cánidos se complementan para quemar grasas y liberar endorfinas.

No es sencillo encontrar quien venda el equipo adecuado para hacer canicross, y desde luego no es lo más barato, pero la Pingüina Veloz, ilustre canicrossera, ya me ha recomendado el mejor sitio en el que hacer tamaña inversión.

¡Os tendré informado sobre nuestras aventuras!

domingo, 3 de octubre de 2010

GambiaRace: el desenlace

Como ya comenté ayer, hoy participé en la GambiaRace, una carrera que además de enseñarnos algo de geografía africana, sirve para que la gente se anime y apoquine los cuartos que tanto le hacen falta al principal hospital de dicho país.

¡Al final no se me dio tan mal la carrera! No sé cuál es el tiempo oficial o el del chip, pero el supercronómetro de mi Nokia me dice que tardé 49:58.94, o sea que un segundo por debajo de los 50 minutos. Yo ya le decía a mi compañera que estaría contento si bajaba de 52. Ahora ¡a ver si lo mejoro en la carrera del CSIC!

Había muy buen ambiente, y los servicios de cualquier carrera seria: baños, guardarropa, etc. Aquí hay una foto que saqué con el móvil con el ambientillo precarrera:



Una cintita de color que había que ponerse en la pulsera era nuestra declaración de intenciones. A los que decían que iban a tardar menos de 45 minutos, les daban una cinta de color naranja (creo), a los que decían que iban a tardar entre 45 y 50 minutos les daban una verde. Y a los que no pensaban poner el turbo ni así les viniera el chucho de los Baskerville pisándoles los talones, a aquellos se les daba una cinta de color rosa. Yo, viendo la botella medio llena, me cogí la cinta verde.

Al parecer la policía municipal no daba el visto bueno para que pudiéramos empezar a correr, y tardamos un poco en que nos dieran permiso para salir escopetados. El pobre chico que estaba al micrófono ya no sabía donde meterse, pero aguantó el tipo. Aquí hay otra foto de los minutos de espera:



La carrera, que era por la Casa de Campo, tenía una parte de asfalto y otra sobre tierra, por lo menos para los que hacíamos la de 10km. Los que corrían la mitad, se dividían en un cierto punto del recorrido y luego en los últimos kilómetros, cuando volvíamos a confluir con ellos, encontrábamos a los más tranquilos (con carrito de niño, etc).

Una cosa que me descentró un poco fue que no había, o no vi, marcas kilométricas. Así no se puede saber si uno va bien o no. Pero bueno, tampoco es algo grave.

En la carrera había por lo menos un corredor no humano. Por su tamaño no se puede decir que fuera el mencionado chucho de los Baskerville, desde luego, pero sí que es cierto que corría que se las pelaba el muy HdP. En esta foto vemos el momento exacto en que me hizo morder el polvo:



Ahí donde le veis iba muy ufano, con aire de «aquí estoy porque he venido». No le volví a ver el pelo hasta el final de la carrera. Oye, que si hubiera sido un perro grande se comprendería, pero ¡que alguien con las patitas tan cortas te gane en una carrera de 10 km tiene tela, eh! En todo caso, me alegró que su dueño tuviera el detalle de llevar a su mascota a correr. Es lo que más alegría le puede dar al animal.

Al final de la carrera empecé a ver que algunos (no muchos, pero algunos) de los que me adelantaban tenían la cinta de color rosa, es decir, que pensaban que iban a hacer la carrera en más de 50 minutos. ¡Me estaba acercando a la zona peligrosa! Pero en menos de lo que pensaba empecé a ver el lago y a escuchar al comentarista de la meta. Y con gran alegría vi que mi tiempo era mejor del que esperaba. ¡A ver si bajo de peso para aspirar a correr por debajo de los 45 minutos!

sábado, 3 de abril de 2010

Perros del carril bici (y iii)

Me comentaba Oli que seguro que dejo lo mejor para el final. Y efectivamente así es, porque aquí llega, en exclusiva desde las cercanías de Colmenar Viejo, la tía buena del carril bici... ¡en bolas! Bueno, quizá aquello de «lo mejor para el final» sea principalmente para Rex, el Dálmata y el Amigo del Dálmata. A nosotros no nos hará tanta ilusión, porque somos de la especie equivocada.



Como ya se dijo
- No me comprendes, ¡Soy un humano!
- Nadie es perfecto...


¿Cómo estoy tan seguro de que es una mastina?

jueves, 1 de abril de 2010

Paseando al perro en bici

Voy a aprovechar la temática de los últimos días para hablar de perros en otros carriles bici.

Mientras que en España ir en bici es algo que se hace los fines de semana en el parque, o los puentes en la sierra, o el verano en el pueblo (y siempre disfrazado de Indurain)... hay otros países donde ir en bici es algo muy natural y hay hasta quien va en vaqueros o con traje. La gente no sólo va al trabajo o a la escuela en bici. Algunos van más allá e incluso sacan el perro a pasear en bici (algo que yo ya no recomendaría), como en la foto que aquí os pongo y que saqué en Dublín el pasado 27 de junio:



Está claro que el perro así hace el ejercicio que necesita o más. Si además toma batidos de proteínas, acabará por ser un perro cachas. Lo que ya no sé es qué le pasará al ciclista si aparece una perra por ahí o un gato. Probablemente una de dos: o acaba con un buen raspón... o se apunta a ciclismo de obstáculos.

sábado, 27 de marzo de 2010

Perros del carril bici (ii)

Siguiendo con el censo perruno del carril bici, hoy os presento a Rex, un amiguete que conocí cuando empecé mis andanzas por el carril bici, el día de la gran nevada de enero de 2009:



Rex es un pastor alemán que ahora tiene cuatro años y que vive en una casa que hay cerca de la rotonda donde está la desviación hacia Alcobendas. Es también muy bueno en su trabajo. Normalmente, cuando paso por allí suelo silbar o tocar el timbre, ya que hay que pasar por un túnel antes de llegar a la Autónoma y es importante que un posible ciclista al otro lado sepa de mi presencia. Rex casi siempre se percata y aunque no me vea, suele ladrar.

Desde aquí, si me lee su amo, le doy las gracias por enviarme esta foto, ya que aquel día la batería de Ceniciento andaba floja.

sábado, 20 de marzo de 2010

Perros del carril bici (i)

Entre la fauna que hay por el carril bici no hay que olvidarse de los perrotes que hay en las distinta casas de la zona. En mi censo canino personal se encuentran cuatro hermosos ejemplares de Canis familiaris:


  • un pastor alemán cerca de la bifurcación hacia Alcobendas,

  • un dálmata que hay en una casa con jardín entre el puente verde del sur de Tres Cantos y el puente rojo (el que hay un poco más al sur),

  • un amiguete del dálmata que hay en una casa justo detrás,

  • una mastina que hay en una zona de vacas entre Tres Cantos y Colmenar Viejo.



Hoy hablaré del dálmata y su amigo.

sábado, 28 de noviembre de 2009

Saltando por el carril bici

Pero esta vez el que salta no soy yo, sino este sapo (o mejor dicho anuro, luego os cuento por qué):



Este en concreto lo encontré por la noche, cerca del acceso norte de Tres Cantos. Supongo que las culebras de escalera los ven igual que veía a Piolín el lindo gatito.

Ya había visto sapos varias veces por el carril bici, pero normalmente iba corriendo y no me paraba a hacerles fotos. En una ocasión me encontré uno atropellado, probablemente por una bici (yo casi atropello a dos en sendas ocasiones), a la altura del hito de piedra del km 654 desde Santiago.

sábado, 14 de noviembre de 2009

Serpientes por el carril bici

Una de las cosas más curiosas que me he encontrado por el carril bici ha sido esta culebra:



Como se puede ver, está muerta, o más bien, alguien se la ha cargado. La encontré en el camino de tierra que hay entre la salida norte de Tres Cantos y el puente que lleva al carril bici.

sábado, 7 de noviembre de 2009

Pedaleando hacia el otro lado (II): De Tres Cantos a Colmenar Viejo

Aunque haya hecho un paréntesis hablando de la carrera de 10 km por Tres Cantos, no había terminado de contar mis aventuras pedaleando hacia el otro lado. Así que aquí está la segunda entrega.

Para ir hacia Colmenar yo elegí la salida norte, de la que ya hablé la semana pasada. Igualmente se puede salir por el puente verde del sur, o por la rotonda que hay detrás de la estación de cercanías.

He aquí un mapa del carril entre Tres Cantos y Colmenar Viejo:


Ver el carril bici entre Tres Cantos y Colmenar Viejo en un mapa más grande


jueves, 8 de octubre de 2009

Corriendo a la luz de la Luna llena

Esta semana ha sido realmente dura. Varias noches de dormir casi nada y de pasarme horas frente al ordenador programando y descubriendo las razones por las que había que volver a pasar todos los datos una vez más. Es lo que tiene el preparar la tesina para el máster de biofísica. Pero lo que realmente me gusta es que lo que hago le vaya a servir a más gente más adelante. Ahora me paso yo horas y horas frente al ordenador, pero mi esperanza es que por cada hora mía frente al ordenador, otro se ahorre las que sean.

Con la tontería de salir del laboratorio pasada la medianoche estoy disfrutando de carreras muy chulas. Resulta que estos días ha sido Luna llena y eso, unido al fresquito de las primeras noches de otoño y el correteo de los jabalíes, me está viniendo muy bien para relajarme de tanto trabajo. Hay gente que dice que correr cansa, pero a mí me deja como nuevo.

Los jabalíes esta vez me los encontré en pleno carril. Uno de ellos de hecho estaba rebuscando en la parada del autobús. Quizá esperaba 701 para ir a Plaza Castilla, no sé. Me pregunto si tendrán un abono de transportes especial. Lo que sí es cierto es que son muy asustadizos. Pobres. Uno de ellos (que encontré solo en el carril en el tramo que hay después del Foxá y después del túnel que va hacia el norte de Tres Cantos) huyó despavorido hasta ir al centro de una rotonda. Desde donde yo estaba hubo un momento en que parecía una especie de versión cochina del toro de Osborne.

Pero no sólo cuando vuelvo a casa corro por la noche, ¡también cuando salgo! Ahora que los días son más cortos me estoy dando el lujo de ver el amanecer desde el carril bici.

He aquí una muestra: este es el principio de mi carrera matutina, en la entrada del norte (como es habitual)



Y este es unos 48 minutos después, a mi llegada a la entrada norte de la Universidad Autónoma:



Es una pena que mi cámara, una Sony baratita pero funcional, no es capaz de tomar buena nota de los muchos colores bonitos que había en este amanecer.



PD: Hablando de la Luna... creo que el señor este de aquí arriba que va vestido de astronauta se ha despistado y por alguna razón ha acabado en este blog desde otro planeta. A mí no me preguntéis que yo no sé nada.

martes, 4 de agosto de 2009

Jabalíes por el carril bici

Dicen que si las meigas no existen, pero que haberlas haylas. Algo parecido se dice de los jabalíes tricantinos. Y bueno, meigas no he visto por el carril bici, pero de los jabalíes ya sí que puedo hablar en primera persona.

Ya me lo había dicho Risco, que había una madre y cuatro pequeñines no tan pequeñines.

Fue muy emocionante ver el primero. Lo vi la noche del dos al tres de julio, cuando me traía a Rucio a Tres Cantos desde Madrid. Era medianoche y media, y estaba hacia el km 4 SRTC, es decir, cerca del primer puente rojo que se encuentra uno cuando va de El Goloso a Tres Cantos.

Si no fuera por lo que me había comentado Risco, habría pasado desapercibido. Pero yo estaba alerta, y montado en la bici oí una especie de "sgronffff". Paré y miré. Ahí estaba, escarbando debajo de un árbol, a ver si encontraba petróleo, digo yo. Intenté hacerle una foto, pero la cámara me enfocó la valla metálica que había entre él y yo. Y claro, no tuve una segunda oportunidad: se dio cuenta de mi sospechosa presencia y huyó despavorido. ¡Ni que fuera yo un meigo! ¡No corras tanto, caramba, si soy vegetariano! Nada, que no hubo manera. Será que me vio con cara de Obelix (espero que me viera con cara de Obelix, porque si me viera con cuerpo de Obelix me preocuparía). Si ligar fuera igual de difícil se extinguiría la humanidad por falta de... ejem.

Al día siguiente volvía yo de haber salido por ahí con los compañeros del máster. Eran más o menos las cuatro de la mañana (para que no se diga que no pedaleo a cualquier hora), y si me hubiese encontrado un aquelarre en medio del carril bici no me hubiera extrañado demasiado. Sin embargo no fue así, y lo que me encontré fue a la familia Jabátez al completo, poco antes del hito de piedra del km 654 a Santiago de Compostela. Parecían la madre y los cuatro jabalíes adolescentes de los que me habló Risco. Aquí no me dio tiempo ni a sacar la cámara: la madre salió pitando y se metió por un agujero en la reja. Le siguieron los jabatos a una velocidad que ya me gustaría alcanzar a mí en mis carreras.

Pero lo que más me sorprendió fue que, poco después (tras pedalear unos cinco minutos, y ya poco antes del Hotel Foxá), me encontré con unos cuantos jabalíes más. No creo que fueran los mismos que antes, porque, aunque los anteriores se fueron a toda prisa, no pudieron ir más rápido que yo con la bici (ya que además, tendrían que haber bordeado por detrás el colegio que hay ahí). Aquí había por lo menos dos adultos y unos cuatro jabatos pequeños. Estaban más tranquilos, y me dio tiempo a sacar la siguiente foto donde aparecen dos de ellos:



No conseguí sacar una foto mejor, porque había muy poca luz. Usé la sensibilidad máxima de mi cámara (ISO-3200) y expuse durante 1/4 de segundo. Podría retocarla para resaltar mejor los colores, pero la voy a dejar así.

Me hace gracia cómo han salido, con uno de los adultos mirándome fijamente, como preguntándose «y este, ¿qué quiere?».

Y para terminar, aprovecho la temática para poner uno de los guardianes de mi cuarto: