Un blog personal sobre el carril bici que une Tres Cantos con Madrid y Colmenar Viejo.

domingo, 19 de agosto de 2012

Discurso político sostenible

Um, veamos dos fotos, a ver qué os sugieren:



Como podéis ver, en ambas aparece un señor a la derecha con un micrófono y unos cuantos escuchando a la izquierda. Parece como alguien dando una charla. Si fuera en una sala cerrada, los oyentes llevaran banderitas y el señor que habla llevara una corbata y tuviera un atril, tendría pinta de discurso político.

Sin embargo, no hay corbata, no hay atril, y es en un espacio verde y abierto. Eso sí, aunque no se ve en la foto, algunas banderitas sí que hay. Pero quizá llamen más la atención los dos señores en bici que hay junto al señor que habla. ¿Qué es?

Pues sí, a pesar de las diferencias, es un discurso político. Pero es un discurso político diferente, porque en lugar de tratarse de un partido al uso, se trata de Equo. Para mí, lo que más marca la diferencia es que es un discurso sostenible, y no sólo por lo que se dice: los señores que van en bici, están pedaleando para hacer rodar las dinamos que dan la corriente a los altavoces y que se oiga lo que dice el señor descorbatado.

No es que gasten mucha electricidad los altavoces, si lo comparamos con lo que puede gastar una fábrica de coches. Y lo que se ahorra en aire acondicionado por estar al aire libre tampoco es mucho si lo comparamos con lo que pueden gastar las Cuatro Torres en climatización. Pero por algo se empieza, aunque sea sólo un gesto.

El pasado 4 de junio Equo cumplía un añito. Lo hemos celebrado en el lugar en que se leyó el manifiesto «Suma y sigue», el 5 de junio, Día Mundial del Medio Ambiente, de 2011. El año pasado todavía estábamos aprendiendo, y los discursos fueron un poquito más cronometrados, porque se nos acababa la batería para los altavoces. Este año sabíamos que mientras tuviéramos pedaleantes no habría problemas.

Como todo en la vida, tienes que seguir pedaleando para no caerte. Y a veces, viendo cómo se desmoronan muchas cosas a nuestro alrededor en los últimos meses, me pregunto si cambiará algo en nuestro país. En otros lugares como el estado alemán de Baden-Wurtemberg tienen un presidente de un partido equivalente, y no les va nada mal, mientras que aquí tenemos... lo que tenemos. Por suerte las cosas van cambiando, a Equo le faltó muy poquito para obtener un diputado por Madrid en las pasadas elecciones.

Algunas personas dieron un breve discurso y depués hubo una fiesta que fue muy animada gracias a la participación de un pequeño concierto del grupo La Malarazza, autodefinido como italomadrileño.


Esta última foto es cortesía de Verdinha, que fue suficientemente rápida como para usar su cámara cuando a la mía se le acabó la batería (eso me pasa por no enchufarla a la bici, en casa del herrero...).

domingo, 5 de agosto de 2012

No al chaleco reflectante obligatorio para peatones


Recientemente en la República de Bananolandia, el Ministro del Interior de dicho país señaló que todos los peatones tendrían que llevar un chaleco reflectante obligatorio en zonas urbanas.

El hecho, sin precedentes en todo el continente, conmocionó a los colectivos de peatones y a las asociaciones de andadores. Muchos alegaban que, si bien el chaleco reflectante tenía su utilidad en las carreteras interurbanas, carecía totalmente de sentido obligar a los peatones a llevarlo en zonas urbanas. Se mantenía que, si bien en algunos casos había accidentes en los que los más perjudicados eran precisamente los peatones, la mejor forma de minimizar dichos accidentes era reduciendo la velocidad en ciudad de los vehículos a motor, aumentando las zonas exclusivamente peatonales, obligando a los conductores a respetar las normas básicas de tráfico, y una serie de medidas bien conocidas por quienes estaban interesados en el tema.

Sin embargo el Ministro, poco conocedor de la realidad de los peatones (dado que iba en coche oficial en todos sus desplazamientos, y el pan siempre iba a comprarlo algún empleado o empleada suyo), en lugar de informarse acerca de la situación en otros países y de la verdadera utilidad de llevar un chaleco reflectante, fue adelante y prohibió salir a la calle sin él.

Durante un tiempo, en la República se multaron a los peatones que no llevaban el chaleco homologado. Con el tiempo, la cantidad de peatones se redujo. De vez en cuando se veía al dueño de un perro paseando a su mascota, porque no tenían más remedio. Algunos tragaron con ello, y se pusieron el chaleco para ir a comprar el pan o incluso para ir a trabajar, pero la gran mayoría prefería ir en coche a todas partes, con tal de ahorrarse alguna multa. Con el tiempo, los Ayuntamientos vieron innecesaria la existencia de aceras, y paulatinamente fueron deshaciéndose de esta infraestructura con poco uso en sus ciudades. Lo mismo les pasó a los molestos pasos de cebra (que sólo servían para entorpecer el tráfico cada vez que el dueño de un perro quería llevar al animal al otro lado). Los únicos comercios que sobrevivieron fueron los de los grandes centros comerciales (esos que tenían aparcamiento, y que no hacía falta convertirse en peatón para llegar a ellos).

Pero el principal problema no era tanto la falta de infraestructuras, o la precariedad de las mismas, como que al haber tan pocos peatones, los conductores no sabían muy bien cómo reaccionar cuando veían a uno. Por otro lado, al carecer de pasos de cebra y de aceras, aquellos que tenían el coche en el mecánico y no tenían más remedio que acercarse a la parada de autobús a pie, tenían que pasar por calles muy peligrosas, con coches que iban a gran velocidad. A su vez, los peatones que había eran casi todos peatones ocasionales (de los que iban a pie una vez al mes o así), y solía ser porque su vehículo no estaba disponible; esto implicaba que los propios peatones, por falta de costumbre, dejaron de manejarse bien en las calles: algunos cruzaban sin mirar a ambos lados (algo que antes solía ser las primeras cosas que se enseñaba a los niños), otros no eran conscientes de la distancia de seguridad de los coches. Un lío.

Con el tiempo, el efecto fue precisamente el contrario al deseado por el Ministro: si bien había menos peatones, los accidentes (y los accidentados) aumentaron. Sí, los peatones casi siempre llevaban el chaleco, pero no era de mucha utilidad si se les echaba encima un coche a 50 km/h (o, generalmente, más).

Al final, otro Ministro que había viajado más y había visto más mundo, se dio cuenta de que en otros países ir a pie a los lugares era una cosa totalmente normal, que allí tenían muchos menos accidentes porque había menos coches, y los conductores que había sabían perfectamente cómo manejarse con los numerosos peatones que llenaban las calles. Así fue como el nuevo Ministro decidió que el chaleco reflectante dejara de ser obligatorio, y en su lugar pidió a los Ayuntamientos que hicieran ciudades más amables, menos orientadas a vehículos.


Esta historia es pura ficción. Pero si cambias «chaleco reflectante» por «casco», «peatón» por «ciclista urbano», y «República de Bananolandia» por «España», milagrosamente verás como se convierte en un relato mucho más próximo a lo que estamos viviendo.

Nótese que el autor de este blog recomienda el uso del casco, y que, de hecho, se ha visto beneficiado al menos una vez por haberlo llevado. Sin embargo, una cosa es recomendar y otra es obligar. Por otro lado, el casco de ciclista tiene su utilidad para situaciones concretas (como caerse de la bici y darse con un bordillo, o encontrarse un árbol caído en medio del campo), pero sirve de bien poco si te atropella un coche (y da una falsa sensación de seguridad a quien lo lleva puesto). Lo ideal para el ciclista es que el coche no llegue a atropellarle, algo en lo que parece que tienen más experiencia en otros países (tanto ciclistas como conductores).

Quien quiera más información, tiene un montón de páginas por ahí (como esta, pero es sólo un ejemplo).