Un blog personal sobre el carril bici que une Tres Cantos con Madrid y Colmenar Viejo.

domingo, 5 de agosto de 2012

No al chaleco reflectante obligatorio para peatones


Recientemente en la República de Bananolandia, el Ministro del Interior de dicho país señaló que todos los peatones tendrían que llevar un chaleco reflectante obligatorio en zonas urbanas.

El hecho, sin precedentes en todo el continente, conmocionó a los colectivos de peatones y a las asociaciones de andadores. Muchos alegaban que, si bien el chaleco reflectante tenía su utilidad en las carreteras interurbanas, carecía totalmente de sentido obligar a los peatones a llevarlo en zonas urbanas. Se mantenía que, si bien en algunos casos había accidentes en los que los más perjudicados eran precisamente los peatones, la mejor forma de minimizar dichos accidentes era reduciendo la velocidad en ciudad de los vehículos a motor, aumentando las zonas exclusivamente peatonales, obligando a los conductores a respetar las normas básicas de tráfico, y una serie de medidas bien conocidas por quienes estaban interesados en el tema.

Sin embargo el Ministro, poco conocedor de la realidad de los peatones (dado que iba en coche oficial en todos sus desplazamientos, y el pan siempre iba a comprarlo algún empleado o empleada suyo), en lugar de informarse acerca de la situación en otros países y de la verdadera utilidad de llevar un chaleco reflectante, fue adelante y prohibió salir a la calle sin él.

Durante un tiempo, en la República se multaron a los peatones que no llevaban el chaleco homologado. Con el tiempo, la cantidad de peatones se redujo. De vez en cuando se veía al dueño de un perro paseando a su mascota, porque no tenían más remedio. Algunos tragaron con ello, y se pusieron el chaleco para ir a comprar el pan o incluso para ir a trabajar, pero la gran mayoría prefería ir en coche a todas partes, con tal de ahorrarse alguna multa. Con el tiempo, los Ayuntamientos vieron innecesaria la existencia de aceras, y paulatinamente fueron deshaciéndose de esta infraestructura con poco uso en sus ciudades. Lo mismo les pasó a los molestos pasos de cebra (que sólo servían para entorpecer el tráfico cada vez que el dueño de un perro quería llevar al animal al otro lado). Los únicos comercios que sobrevivieron fueron los de los grandes centros comerciales (esos que tenían aparcamiento, y que no hacía falta convertirse en peatón para llegar a ellos).

Pero el principal problema no era tanto la falta de infraestructuras, o la precariedad de las mismas, como que al haber tan pocos peatones, los conductores no sabían muy bien cómo reaccionar cuando veían a uno. Por otro lado, al carecer de pasos de cebra y de aceras, aquellos que tenían el coche en el mecánico y no tenían más remedio que acercarse a la parada de autobús a pie, tenían que pasar por calles muy peligrosas, con coches que iban a gran velocidad. A su vez, los peatones que había eran casi todos peatones ocasionales (de los que iban a pie una vez al mes o así), y solía ser porque su vehículo no estaba disponible; esto implicaba que los propios peatones, por falta de costumbre, dejaron de manejarse bien en las calles: algunos cruzaban sin mirar a ambos lados (algo que antes solía ser las primeras cosas que se enseñaba a los niños), otros no eran conscientes de la distancia de seguridad de los coches. Un lío.

Con el tiempo, el efecto fue precisamente el contrario al deseado por el Ministro: si bien había menos peatones, los accidentes (y los accidentados) aumentaron. Sí, los peatones casi siempre llevaban el chaleco, pero no era de mucha utilidad si se les echaba encima un coche a 50 km/h (o, generalmente, más).

Al final, otro Ministro que había viajado más y había visto más mundo, se dio cuenta de que en otros países ir a pie a los lugares era una cosa totalmente normal, que allí tenían muchos menos accidentes porque había menos coches, y los conductores que había sabían perfectamente cómo manejarse con los numerosos peatones que llenaban las calles. Así fue como el nuevo Ministro decidió que el chaleco reflectante dejara de ser obligatorio, y en su lugar pidió a los Ayuntamientos que hicieran ciudades más amables, menos orientadas a vehículos.


Esta historia es pura ficción. Pero si cambias «chaleco reflectante» por «casco», «peatón» por «ciclista urbano», y «República de Bananolandia» por «España», milagrosamente verás como se convierte en un relato mucho más próximo a lo que estamos viviendo.

Nótese que el autor de este blog recomienda el uso del casco, y que, de hecho, se ha visto beneficiado al menos una vez por haberlo llevado. Sin embargo, una cosa es recomendar y otra es obligar. Por otro lado, el casco de ciclista tiene su utilidad para situaciones concretas (como caerse de la bici y darse con un bordillo, o encontrarse un árbol caído en medio del campo), pero sirve de bien poco si te atropella un coche (y da una falsa sensación de seguridad a quien lo lleva puesto). Lo ideal para el ciclista es que el coche no llegue a atropellarle, algo en lo que parece que tienen más experiencia en otros países (tanto ciclistas como conductores).

Quien quiera más información, tiene un montón de páginas por ahí (como esta, pero es sólo un ejemplo).

3 comentarios:

Kits bicis eléctricas dijo...

Pues lo has clavado!
Salud y pedal

Anónimo dijo...

Tan absurdo como cierto.

Anónimo dijo...

Demagogia barata. Hala, vosotros seguid yendo son luces, son casco y sin proteccion alguna. Hablando por.el movil mientras circulais en chancletas, contra direccion o åor fuera del carril, que la culpa siemprr sera de.los demas, vosotros pobrecitos punca haceis nada mal.