Hoy, por primera vez en mi corta vida como tricantino adoptivo, he corrido sin que mi objetivo secundario fuera ir al trabajo. Más que nada porque hoy era domingo y no iba a trabajar solo (aunque poder se puede). Esta mañana estuve en casa de un amigo en Madrid, y según volvía a Tres Cantos en el 713, veía que había un montón de ciclistas por el carril bici. La idea inicial fue la de llegar a casa, ponerme los zapatos de correr, y patearme el recorrido hasta Plaza de Castilla. O hasta donde me aguantaran las rodillas.
Pero me acordé de que tengo un pequeño reto pendiente: me he propuesto correr 15 veces de casa al trabajo antes del 9 de febrero. Dichosos retos. Y resulta que estamos ya a 18 de enero y sólo llevo cuatro carreras, de manera que para recuperar... cambié de plan y decidí ir de casa a la Universidad y desde ahí regresar corriendo. Un dos por uno que digamos. Sería la primera vez que corro una ida y vuelta, pero cuando vivía en Dublín los fines de semana me iba al Parque Fénix y corría distancias mayores, así que... ¿a qué le voy a temer? Bueno, eso sí: en lugar de correr entre cervatillos (sí, sí, en el parque ese dublinés hay ciervos sueltos, menuda gozada), correría entre ciclistas. Ambas especies están en peligro de extinción en la península, y más vale cuidarlos bien (bueno, por lo visto los ciervos están en peligro en Córcega y Cerdeña, pero no mucho en la península... pero los ciclistas seguro que sí).
Las estadísticas esas que decía
Me estoy desviando del tema. El caso es que me he dedicado a contar los ciclistas y corredores que me he ido cruzando hoy. La razón de ello es que he visto muchos más de lo habitual. En mis carreras estoy acostumbrado a ver entre 10 (el día que más) y 2 ciclistas (el que menos, si excluimos la semana de la gran nevada, durante la cual no era posible coger una bici ni con todas las ganas del mundo). Pero sin embargo hoy he contado en la ida 64 ciclistas (entre las 14:00 y las 14:45), y a la vuelta 44 (entre las 14:45 y las 15:30). Sí, correr a veces es aburrido, y uno cuenta ciclistas pensando en las estadísticas que pondrá luego en el blog... Sumad o restad cinco, porque alguna vez perdí un poco la cuenta. El caso es que se trata de unas cinco o seis veces más que el mejor de los días.
Esto por una parte me alegra, y por otra me entristece un poco.
Me alegra porque ¡caramba, la gente lo usa! ¡No hay peligro que se esfume en una futura ampliación de la M-607! ¡No somos cuatro gatos!
La razón por la que me entristece es confirmar lo que sospechaba: todavía hay una amplia mayoría de personas (al menos un 80% según estos datos) para las cuales la principal motivación para usar el carril bici no es ir al trabajo o a estudiar. La principal razón es pasarlo bien el domingo y hacer deporte. Que, ojo, es una razón muy buena, y de hecho esa es la razón por la que he corrido yo hoy. No me quejo de que muchos quieran hacer deporte (¡faltaría más!), sino de que sean muy pocos los quieran usarlo como medio de transporte. Quizá es que me he acostumbrado a ver cómo se usan los carriles bici en otros países, pero tengo la idea de que este carril bici daría mucho más de sí.
No es ninguna utopía el pensar en ir de Tres Cantos a Plaza de Castilla para trabajar todos los días en bici. Si habláramos de ir de Tres Cantos a Sol ya sería más complicado, pero hasta Plaza Castilla son unos 16 km, más o menos, callejeando algo más, pero no llega a veinte, y yo muchas veces hacía 40 km diarios (entre ida y vuelta) para ir a trabajar. El que piense que soy un deportista nato y que así cualquiera... no me conoce. Sólo hay que acostumbrar al cuerpo. Y llevarse ropa para cambiarse en el baño, porque claro, uno suele llegar sudado.
Sólo hay que querer.
Ir a diario de Tres Cantos a la Universidad Autónoma es de lo más normal (entre seis y nueve km, dependiendo de los sitios). Y sin embargo hay mucha gente que no se anima y coge el coche u otros medios más contaminantes y menos placenteros (porque mientras se hace ejercicio no se siente placer, al contrario, uno se acuerda de la madre y del padre del que le metió en semejante embolao... pero el resto del día uno se siente de maravilla).
Otras opciones muy razonables para trabajadores, estudiantes o tricantinos que tengan que ir a la Tesorería de la Seguridad Social o al Media Markt son ir de Tres Cantos a Alcobendas o San Sebastián de los Reyes y viceversa.
Los corredores
Bueno, corredores sólo vi dos. Uno de ellos me lo crucé a la vuelta en la rampa del puente de El Goloso, debía de estar haciendo lo que yo, o quizá más (igual venía desde Madrid y se estaba haciendo un maratón en solitario). Y gente paseando sólo a tres, dos de ellos iban de la estación de cercanías de El Goloso a los cuarteles, de modo que imagino que el carril bici simplemente les venía de paso. El otro paseante fue un señor que me miraba muy raro y al que saludé cuando pasé cerca; en lugar de devolverme el saludo me seguía mirando raro y girando la cabeza. Pues vale.
La falsedad del mito
Había oído que los ciclistas españoles suelen ser bastante posesivos con sus carriles bici. Tampoco sería de extrañar, el valor de las cosas muchas veces lo establece la oferta y la demanda, y es que la oferta de carriles bici en el centro de la península aún deja que desear.
El caso es que pensaba yo que quizá, de tanto ciclista, alguno me diría mientras yo corría que «el carril bici no es para correr». Y bueno, yo, como también voy mucho en bici, suelo evitar correr por susodicho elemento urbano, pero en este caso no tengo mucho más sitio donde ponerme (a no ser que me lance a la M-607). Eso sí, siempre que puedo corro por encima de la gravilla o césped, que es mejor que el cemento para las articulaciones.
Pues a juzgar por mi experiencia de hoy, quien dice que los ciclistas son prepotentes se equivocan. Al contrario de lo que pensaba, nadie (ni uno solo de los 108 más menos cinco) me reprochó que corriera por el recorrido inevitablemente compartido. Hubo uno que incluso me animó con un «¡venga!» que me supo a gloria. Quizá yo no cambié el gesto de la cara (ya llevaba más de diez kilómetros en las piernas y uno tiene que estar concentrado), pero ha sido una de las palabras de ánimo que más hondo me han llegado últimamente. Yo, falto de ideas, le contesté con otro «¡venga!».
Así que no es cierto el mito de que los ciclistas son muy prepotentes con sus carriles bici. O por lo menos los prepotentes son menos de un 1%. Claro que siempre habrá alguno que teniendo una amplia acera a dos metros, vaya con el carrito del niño y/o el perro suelto paseando por el carril bici y piense que estos ciclistas se están siempre quejando.
Y con esto ya llevo seis carreritas de las quince que me he propuesto. ¡Ya queda menos!
domingo, 18 de enero de 2009
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